Siempre que puedo me escapo a la montaña. La necesito, tanto como necesito a la fotografía.
Me encantan todas las montañas, pero tengo una especial debilidad por el macizo del Montseny donde puedo encontrar todo tipo de vegetación y de espacios. A sus faldas puedo encontrar árboles de hoja caduca como las hayas, los robles y los alcornoques, que al llegar el otoño muestran una explosión de colores; amarillos, naranjas, rojos, marrones y ocres. Poco a poco a medida que subimos empiezan a aparecer hermosos abetos y aún más arriba todo desaparece, la nada más absoluta, roca escarpada, pequeños arbustos y enormes praderas de una hierba que parece haber sido recientemente cortada.
Fue una excursión muy especial al Turó de l’Home, una tarde soleada y una pareja a la que desde el primer día me cautivaron por su energía, su alegría y su amor. Fuimos preparados, con ropa, abrigo, comida y cómo no, mi inestimable cámara.
Aquella tarde la recuerdo como si hubiese sido ayer, tal vez porque hubieron muchos buenos momentos y porque estaba en un lugar idílico con personas increíbles.